Como cualquier otra novedad, las redes sociales no presentaban sus inconvenientes, si es que los tienen, desde un primer momento sino que se van descubriendo a través de su uso. Esto se plasma en los actuales debates sobre la privacidad de estos servicios, que se hacen eco de las preocupaciones de padres y usuarios. Estas inquietudes son un tema de actualidad y, por lo tanto, tienen su lugar en la prensa, como en la noticia de ayer de El País de los jóvenes que pedían ante las Cortes Castellanas orientación sobre estas redes[1] o en la de esta semana de El Mundo en la que cuatro senadores de Estados Unidos demandaban más privacidad a Facebook[2].
Las redes sociales ofrecen información y te permiten conocer muchos datos de tus amigos: qué hacen, qué les gusta, quiénes son sus demás amigos, por dónde salen de fiesta, etc. pero también, qué hizo el día que no pudo quedar contigo, por qué contesta a algunas personas a sus comentarios y a ti no, las bromas que tiene con personas que no son de tu agrado, etc. Puedes saber lo que quieras pero, al mismo tiempo, cosas que no quieres saber. Y esto ocurre con los demás, pero las quejas aumentan cuando la información es propia. A todos nos gusta cotillear, pero no nos gusta que nos cotilleen.
Cuando pones tu información en una red social, sabes que lo puede leer todo el mundo pero, no es hasta que alguien se evidencia de haber estado mirando tus cosas, cuando te das realmente cuenta de ello. Por ejemplo, cuando alguien te dice “esta camisa es muy bonita, ¿no es la que te pusiste el fin de semana pasado?” (y no estuvo contigo), “¿qué tal el sábado por Madrid?” (y no le habías dicho que ibas a ir), “¿estás saliendo con Carlos?”, “tu amiga Claudia se ha cortado el flequillo, ¿no?”, “¡no sabía tu primo había vuelto con su novia!”, etc. En ese momento, se siente una especie de desprotección de la vida privada que a nadie le gusta experimentar. Te sientes indefenso al cotilleo y empiezas a replantearte todo lo que has puesto en tu página, que no pensaste demasiado, y que no te gustaría que viesen los demás.
Ese “demás” es uno de los problemas porque, si sólo lo formasen tus verdaderos amigos no debería ser tan grave, pero en el momento en que tus contactos ascienden a 50-80-100-200 e incluso más, está claro que estás facilitando información a personas que no son de tu entera confianza. Además, cuando la gente empezó a ser consciente de que lo que se sube a la red pasa a ser propiedad de los dueños del servicio, la inseguridad fue mayor.
Por lo tanto, lo que no gusta es averiguar demasiado, sentirse indefenso, demasiado conocido, objeto de la crítica de los demás, incapaz de frenar y, en definitiva, estar atado a la red a través de tus intimidades.
Pero ¿lo que no nos gusta puede con lo que nos gusta?
[1]http://www.abc.es/20100429/toledo-toledo/jovenes-piden-cortes-orientacion-20100429.html [recuperado el 30/04/10].
[2] http://www.elmundo.es/elmundo/2010/04/27/navegante/1272399180.html [recuperado el 30/04/2010].